La necesidad de construir un corpus filosófico de la educación artística
Después de haber expuesto las consideraciones anteriores, y tratando de exponer algunas de las problemáticas a las que la educación artística se enfrenta en el presente, de cara a consolidar y garantizar su futuro, a mi juicio, uno de los factores que actualmente resultan más problemáticos, en el sentido de una carencia casi absoluta al respecto, es la falta de un corpus de estudios filosóficos, de pensamiento, sobre la propia disciplina de la educación artística. Este hecho puede llegar a entenderse o tratar de justificarse por la relativa juventud de la educación artística como una disciplina de creación de conocimiento autónoma, si es que realmente existe como tal, ya que como hemos visto, entre los propios profesionales de la educación artística, ni siquiera se tiene claro este aspecto muchas veces.
Creo profundamente en la educación artística como una disciplina, como un área de conocimiento autónomo, tal y como siempre reclamó y por lo que trabajó con aportaciones teóricas muy profundas, Elliot Eisner (2004). Especialmente, creo en la educación artística como un área de investigación y creación de conocimiento complejo, profundo y superior; no albergo ninguna duda sobre la capacidad de nuestra disciplina en todo ello. Precisamente por ello, necesitamos hacer todo lo posible por construir un relato, omnidireccional y diverso, sin duda, a partir del desarrollo de un corpus teórico fuerte y consolidado, que construya visiones en función, en primer lugar de la concepción del ser humano, y en segundo lugar respecto a los fundamentos que delimiten, aporten y estimulen el desarrollo de la educación artística como una forma integral y transversal, de creación de conocimiento, perfectamente aplicable incluso en el aprendizaje de otras disciplinas y especialmente en el aprendizaje y la construcción de la identidad personal y de las biografías, entendidas como sucesión de acontecimientos transcendentes, transformadores.
Es innegable que existen muchos textos, mucha literatura especializada, aunque sigue siendo infinitamente inferior a la producida en otros ámbitos de conocimiento, investigaciones y artículos sobre metodología, prácticas, etc. pero muy poco todavía escrito sobre implicaciones teóricas profundas de este desarrollo artístico de la educación a través de las prácticas artísticas.
Las aportaciones teóricas sobre las que basamos nuestras propuestas metodológicas, no dejan de ser propuestas que parten en su inmensa mayoría de esos otros campos de conocimiento afines y que responden en última instancia a la construcción de prácticas pedagógicas. Se me objetará en este punto, que es esta la función principal de una didáctica específica como la educación artística, y ciertamente lo es, pero lo que se reclama desde este texto, es que seamos capaces de articular un discurso teórico propio, sólido, de enorme fortaleza, y para ello se requieren pilares muy consistentes que todavía están por construirse.
Planteando de esta manera, otra problemática añadida, que se suma a que lo planteo en este texto y que me es imposible abordar más en profundidad en esta ocasión, en función del límite necesariamente impuesto por el propio texto. La desconexión entre el ámbito de la investigación y la formulación teórica, por escasa y débil que esta sea, y el nulo impacto que hoy en día tiene en las aulas de la educación reglada obligatoria, que es en definitiva su principal objetivo. Se necesitan, por tanto, además, estrategias que hagan legar la construcción teórica y filosófica de la educación artística a sus principales agentes activos, el profesorado de base. Este no es un problema exclusivo de la educación artística y afecta casi por igual a todas las disciplinas educativas, resultando muy sintomático el hecho de que el pensamiento filosófico de otras disciplinas no educativas está muy presente en las aulas, en su realidad, incluso en los planes de estudio.
Innegablemente, la educación artística, requiere de disciplinas afines de las que se nutre y alimenta, cosa natural y un aspecto que es común a cualquier otra disciplina, la educación, la pedagogía general, las ciencias sociales, especialmente la antropología social y cultural, la sociología, pero también la historia, la filosofía y más en concreto la estética, y evidentemente las artes en su conjunto entendidas como práctica y acción, ejercidas o no de forma profesional. Como afirmaba, esto es un hecho innegable que hace que la educación artística se mueva entre todas estas aguas, en demasiadas ocasiones, un poco a la deriva, pescando y recogiendo aquello que estas otras áreas de conocimiento le ofrecen y, construyéndose basándose en ellas.
Aquí de nuevo, la educación artística se mantiene en común con el resto de disciplinas nombradas, ya que lógicamente el conocimiento humano es global y complejo y el hecho de dividirlo en áreas de conocimiento solo tiene sentido con base en la necesidad de poner el énfasis en un aspecto concreto de ese conocimiento con el objetivo de profundizar y construir pequeñas aportaciones que a su vez nutran al resto de áreas y, por tanto, contribuyan de nuevo a la suma del conocimiento global y complejo.
Y es aquí, en este punto, donde entiendo que la educación artística todavía falla, y donde es necesario profundizar de cara a que la nuestra, constituya una disciplina autónoma que, no solo se nutra del resto de disciplinas que le son afines, sino que debe aportar de forma contundente a la suma del conocimiento general. Necesitamos que la educación artística, que no el arte en sí mismo, sirva también de nutriente a disciplinas afines, que alimente el pensamiento y las acciones de otros profesionales vinculados que vean en el pensamiento producido por la educación artística una clave para reconducir su propio pensamiento y que profesionales de la historia, la filosofía, la pedagogía, la antropología, pueden tener nuestras propuestas como un fundamento más en la construcción de su propio conocimiento, más allá, insisto, en que propongamos metodologías educativas centradas en las artes.
Ciertamente, quedarán muchas cosas por el camino, que no caben en las limitaciones de este texto, cuya función es abrir reflexión conjunta sobre lo que entiendo uno de los puntos débiles de nuestra disciplina. Insisto, para concluir, en la necesidad de construir un fundamento teórico, filosófico en torno a la educación artística mucho más fuerte, que nos valide y nos convierta en referente de pensamiento y de creación de conocimiento futuro. Eso es responsabilidad de todos nosotros y no deja de ser una enorme tarea que deberíamos empezar a asumir de forma consciente y meditada. Estoy convencido de que el futuro de la educación artística y lo que esta puede aportar al mundo, pasa por asumir también esta vía de construcción, de pensamiento transformador y creador de nuevos mundos posibles.
© Ricard Ramon. 2018.
Fragmento de texto extraído de:
Ramon, R. (2018). Derivas de la enseñanza del arte. Reivindicando la construcción filosófica de la educación artística. En J. P. Queiroz & R. Oliveira (Eds.), Os Riscos da Arte: Formação e Mediação (pp. 83-91). Universidade de Lisboa.