La fiesta, el arte y su dinamización cultural
El estudio del fenómeno festivo ha sido habitualmente tratado en la mayoría de las ocasiones desde un punto de vista meramente histórico o sociológico, descuidando otros muchos aspectos que forman parte esencial de la fiesta. Entre ellos, vamos a destacar en este artículo el potencial artístico presente en las fiestas y el trabajo que un gestor cultural puede llevar a cabo, desde nuestro punto de vista, para aprovechar todo ese potencial y convertir las fiestas en un elemento de dinamización cultural importante.
Hay que dejar bien claro que las fiestas en si mismas ya cumplen ese papel, pero en la mayoría de las ocasiones el gestor cultural no participa o no se integra en su organización, y son gestionadas habitualmente, desde ámbitos diferentes al de cultura, por ejemplo desde las concejalías de fiestas o comisiones festivas. En cualquier caso, el estatus ideal es la cooperación y la integración de los diferentes sectores implicados. El gestor cultural deberá abordar solo aquellos aspectos de la fiesta con un claro contenido cultural dejando de lado todo aquello desvirtuado o que tenga que ver con los espectáculos, tratar de recuperar y realzar los valores patrimoniales y culturales de los actos festivos, para, en la medida de sus posibilidades, evitar que actos festivos de honda raíz tradicional y amplio sustrato cultural se conviertan en meras fantochadas o espectáculos sin sentido. Es en este punto donde el trabajo del gestor cultural se hace necesario.
La riqueza de cualquier manifestación festiva es muy compleja y abarca diversos ámbitos y el referente artístico, visual, o puramente plástico es el protagonista esencial de muchas de ellas. Haciendo un breve repaso por las fiestas valencianas más populares, es fácil corroborar este hecho con ejemplos concretos. El Corpus, fiesta barroca por excelencia, y presente en muchos municipios valencianos, en los que se expresa de manera diferente, está repleta de elementos visuales y escenográficos que conforman en conjunto una verdadera expresión de tipo artístico, si bien para aquellos que cuenten con prejuicios referidos al concepto de arte, podemos simplemente afirmar que es poseedora de un contenido estético.
Siguiendo con el ejemplo referido de la fiesta del Corpus, y centrándome en un caso que conozco bien, como es el del municipio de Picanya, es indudable que una fiesta como esta posee un valor patrimonial incuestionable y unas características que la convierten en algo único y diferenciado, frente al resto de celebraciones de la misma festividad en otras poblaciones valencianas. Es ahí, en ese aspecto diferencial, donde el gestor cultural ha de centrar su trabajo, en valorar y dinamizar esa parte de su patrimonio local. Lo dicho sirve evidentemente para cualquier otra actividad festiva y municipio, siempre de raíz tradicional o contenido cultural. El valor diferencial, en el caso de la festividad del Corpus de Picanya, lo encontramos precisamente en un elemento de puro contenido estético, las alfombras de pétalos de flores que cubren el recorrido de toda la procesión. Todos los vecinos de estas calles participan en la confección y el diseño de estas alfombras florales, que apenas unas horas antes del inicio de la procesión comienzan a construirse.
En los diseños prima el colorido y el uso de formas geométricas y simétricas que en nada tienen que envidiar a algunas obras de caballete insertas en la línea de la abstracción geométrica, una línea de abstracción geométrica popular si se quiere, pero existente al fin y al cabo. Frente a eso cabe preguntarse: ¿Por qué no aprovechar, por ejemplo, este elemento para que esas mismas personas que crean y disfrutan con sus personales obras efímeras de abstracción, dentro de lo que supone su participación en la fiesta, puedan llegar a comprender y apreciar el arte contemporáneo a través de ellas? Seguro que se puede tachar de pretenciosa esta alternativa, y habrá incluso quien no quiera o no le interese ver esa relación entre un arte popular y el arte considerado tradicionalmente elitista, pero solo las posiciones innovadoras y atrevidas son capaces de encontrar nuevas vías de dinamización y nuevas formas de educación a través del arte.
Pero no únicamente es en el aspecto innovador y en la vertiente educativa donde puede y debe intervenir el gestor cultural en las fiestas populares. Como avanzábamos antes, el gestor cultural debe realzar los valores patrimoniales y tradicionales que la fiesta posea, estableciendo las vías necesarias y adaptadas a cada caso, y trabajando siempre junto a los diferentes responsables y organizadores de las fiestas, ya que el consenso y el diálogo es imprescindible si se quiere llegar a buen fin. Desde su posición, el gestor puede organizar actividades paralelas en torno a la fiesta, como exposiciones sobre su origen y pasado, favorecer y promover los estudios y la investigación en torno a ellas, y cientos de cosas más que pueden llegar a enriquecer enormemente el panorama cultural de un municipio. No obstante, se ha de insistir de nuevo en que todas las iniciativas que pretenda llevar a cabo el gestor en esta materia, en la que hay otros sectores sociales implicados, debe estar consensuada o respaldada por todos ellos, este punto es fundamental para el desarrollo de iniciativas con esperanzas de éxito.
Otro aspecto en el que una gran parte de las fiestas populares pueden llegar a influir notablemente es en el campo del turismo cultural, obviamente a diferentes niveles, dependiendo de cada caso, y es un campo que tampoco debe ser desdeñado por el gestor cultural y en el que se pueden llevar a cabo iniciativas interesantes. Y no solo para fomentar el interés turístico por el municipio y de esa manera aumentar la riqueza y favorecer el desarrollo local, sino como una forma interesante de encontrar nuevas vías de financiación para proyectos culturales que de otra manera sería imposible llevar a cabo. En definitiva, esto siempre ha de revertir en el bien de la población y en la calidad de los servicios y las actividades culturales que se lleven a cabo.
Esto son solo algunas pinceladas de cómo se puede llegar a integrar el calendario festivo en la programación y en los proyectos culturales, pero es únicamente el gestor cultural, conocedor a fondo de su territorio y de su realidad, el que debe crear y adaptar este tipo de iniciativas, si las considera adecuadas y factibles, a dicho territorio y realidad en la que desarrolla su trabajo diario.
Cuanta más capacidad de intervención en el panorama cultural y más herramientas de trabajo profesionales y de calidad seamos capaces de aplicar, mayor prestigio y consideración social podremos alcanzar, lo que redundará en la profesionalización de la gestión cultural y en la mejora en la eficacia de esa gestión de cara los ciudadanos.
© Ricard Ramon. 2003.
Texto publicado originalmente en la revista Parlem. Espai de Comunicació dels responsables de cultura, número 20.